martes, 10 de junio de 2008

LA GRAN DEUDA




Amados, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Le fue presentado uno que estaba sumido en enormes deudas, tan grande era esta deuda o préstamo que le fue imposible de pagar. Veamos:

“Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.

El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.

Más él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.

¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (Mateo 18:23-35)

Los siervos en esta parábola de Jesús junto al siervo endeudado no eran ningunos extraños en las labores del rey por lo tanto esta narración te representa a ti y a mi, a cada cristiano, a cada uno de los creyentes a todos aquellos que trabajan en el reino de Dios.

El Espíritu Santo da talentos o capacidades a su pueblo con el propósito de que cada uno los invierta y traiga fruto para la gloria de Dios, así que, él espera cosechar frutos de las inversiones que él ha derramado sobre cada uno de ustedes.

Probablemente el siervo endeudado, fue un hombre muy talentoso. (Fíjense que tuvo acceso a enormes disponibilidades, pero todo lo había dilapidado).
No pudiendo pagar semejante deuda suplicaba postrado al rey que le tuviera paciencia, que le diera más tiempo.

Es importante que puedas advertir que este siervo no suplicaba al rey por perdón, no buscaba eso, sino que quería más tiempo. Este siervo estaba convencido que con otra oportunidad podría componer su pecado, pagar toda la deuda y satisfacer así todas las demandas del rey.

Este siervo no estaba arrepentido, él no tenía ninguna noción de lo excesivo de su pecado, no comprendía la pecaminosidad de su delito. Esto lo encontramos al final de esta parábola cuando su corazón es revelado por ser duro y sin misericordia.

Es muy posible que este siervo no pudiera pagar por su delito. Jamás hubiera podido juntar lo necesario para rembolsar los fondos adeudados y que había usado indebidamente.

Quien quiera aprender algo de actuación, bien podría tomar lecciones de este siervo, un verdadero payaso sin ninguna intención de cambiar, un verdadero adulador jugando con los sentimientos de su Señor para estimular su compasión.

A pesar de todo esto el rey fue movido a misericordia por él.
¿Por qué?
No fue por las lágrimas del hipócrita ni tampoco por su ruego de más paciencia y un poco más de tiempo, no, el rey fue movido por los feroces pecados que llenaban el corazón y la mente de este siervo en un todo.

Iglesia, solo un engaño de altas dimensiones podría ocasionar que este adulador creyera sin dudar que podría pagar su deuda. Su actitud refleja cuan insignificante él pensó que era su pecado. Estaba por demás convencido que si trabajaba lo suficiente podría saldarla.

Pero atención porque el rey percibía esto de otra manera. Ninguna cantidad de mérito o voluntad propia podría quitar la enorme deuda en que este pobre hombre había incurrido.
Iglesia, Jesús aquí nos esta advirtiendo claramente que no estaremos verdaderamente arrepentidos hasta que no reconozcamos que es imposible para nosotros reparar nuestros propios pecados. Entiendan que jamás podremos devolver el pago a Dios por todas nuestras iniquidades, ya sea a través de nuestras oraciones, consagración o todas nuestras buenas y más altas intensiones.



El rey en la parábola de Jesús sabía con precisión de cirujano cuán terminante eran las consecuencias del pecado de su siervo. Si exponía a este hombre a las consecuencias del pecado que lo había enceguecido estaría perdido para siempre. De modo que el rey decidió perdonarle todo, por lo tanto ordenó que de inmediato sea liberado y limpio, liberándole así también de toda la deuda.



Considero oportuno aclararte algo sobre el arrepentimiento, porque muchos creyentes llevan en sus corazones el germen de su propia destrucción toda vez que caen en pecado. Tales creyentes piensan que pueden hacer cosas correctas para el Señor, que pueden persuadir a Dios con lágrimas sinceras, oraciones profundamente sinceras y lectura de la Biblia más ayunos, están persuadidos que pueden compensar a Dios, pero resulta que todo eso es imposible. El resultado de esta clase de pensamiento los lleva a un solo sitio: “perdida total de la esperanza”.



Tales creyentes viven luchando incansablemente pero siempre están cayendo y se conforman con una paz falsa. Ellos persiguen una santidad del todo falsa fabricada y elaborada por ellos mismos, convenciéndose entonces a sí mismos de una mentira destructora.
Iglesia, Jesús nos deja esta parábola. Un siervo de confianza y muy talentoso quien es repentinamente llamado a rendir cuentas y descubierto como el primero que encabeza la lista de todos los deudores. Miren, observen con atención, he aquí alguien quien no es merecedor, llenos de motivaciones erradas, indigno de la compasión de todos. Pero…mal que te pese su amo le perdonó a él gratuitamente. Como Jesús, oh amado Jesús, te perdonó a ti y a mí todas nuestras espantosas faltas.



¿Qué te ha salvado a ti?
¿Acaso fueron tus lágrimas junto a tus oraciones profundamente sinceras?
¿Te salvo tu profundo dolor por haber angustiado a Dios?
¿Tu decisión sincera de volverte de tu pecado?



No querido hermano/a no fue ninguna de estas cosas. Fue solamente la gracia de Dios que te ha salvado y como el siervo de la parábola tú no merecías nada de esto es más y presta debida atención, tú continuas sin merecerlo, no importa cuan santo sea tu caminar…o pienses que lo sea.
Así que arrepentimiento es quitar de una vez por todas y apartarme de cada pensamiento que crea que yo pudiera pagarle al Señor. Yo jamás podré ganarme su gracia por mi propio esfuerzo. Ningún trabajo bueno de mi parte puede saldar mi pecado. Por lo tanto tengo que aceptar su gracia. Este es el único camino a la salvación y a la libertad.



Ahora sigue prestando atención.
¿Pasó por alto el rey el pecado de su siervo?
No te confundas, no la paso por alto sino que perdonándole a él, este rey colocaba sobre este hombre un pesado encargo, y este encargo era aún más gravado que toda su deuda. Este siervo debía ahora a su Señor más que nunca. Ahora este siervo debe perdonar y amar a otros, justamente como el rey había hecho por él.



“Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:15).



“Si tú no perdonas a otros, yo no podré perdonarte a ti.” Estas palabras son un mandamiento queridos hermanos.



Iglesia Jesús está diciéndonos: “Yo fui paciente contigo. Yo me ocupé de ti con amor y gracia. Y te perdoné solo por mi bondad y gracia solamente. Del mismo modo, ahora tú tienes que ser de entrañable amor y misericordioso hacia tus hermanos y hermanas. Tú estás para perdonarles a ellos gratuitamente, tal como yo te perdoné a ti. Tu estás para ir dentro de tu casa, tu iglesia, tu trabajo, en las calles, y mostrar a cada cual la gracia y amor que yo te he mostrado a ti.



Pablo se refiere al mandamiento de Jesús, diciendo: “De la manera en que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13).




Él entonces expone sobre cómo nosotros debemos perseguir la obediencia a este mandato: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre de paciencia, soportándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro… Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3: 12-14).



¿Qué significa ser paciente? La palabra griega significa “soportar, tolerar.” Esto sugiere aguantar cosas que no nos gustan. Nosotros estamos siendo enseñados a tolerar las fallas de otros, a pasar por alto las formas que no entendemos.
Pero, ¿cómo respondió el siervo perdonado a la gracia y perdón de su amo? La primera cosa que él hizo fue atacar a su consiervo quién le debía a él dinero. Él se puso sobre el hombre, lo tomó por el cuello y demandó ser pagado en el instante. Increíblemente, la cantidad era una pequeñez, menos que tres días de salario. Todavía el siervo amenazó a su deudor, gritándole: “¡Lo quiero ahora!” El hombre no tenía nada, por lo que él cayó postrado, suplicando le tuviera paciencia. Pero el siervo respondió, “Tu tiempo se ha terminado.”



Iglesia, este es uno de los pecados más abominables en toda la Biblia. Dado que este es perpetrado por un siervo de Dios. Adviertan, ¿qué clase de persona actuaría tan vergonzosamente? ¿Qué clase de corazón podría ser tan ingrato, tan carente de una fracción de gracia igual a la que a él mismo le había sido mostrada?
¿Ves el corazón de este siervo? Dale un vistazo a la oscuridad que todo el tiempo hubo en el espíritu de este hombre. En la carta a los Romanos, Pablo describe esta tiniebla espantosa del corazón:



“Por lo cual eres inexcusable, OH hombre, quien quiera que seas tú que juzgas, pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, porque tu que juzgas haces lo mismo… ¿Y piensas esto, OH hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparas del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? (Romanos 2: 1, 3-4).



¿Qué quiere decir el apóstol Pablo cuando él dice que esta persona desprecia las riquezas de la bondad de Cristo? La palabra para “despreciado” aquí significa, “El no pensaría que esto sea posible.” En otras palabras, este siervo dijo: “Tal gracia y misericordia no es posible. Yo no puedo creer esto.” Esto nunca penetró en su teología. Así que, en lugar de aceptarlo, puso su mente en contra de ello.



¿Por qué el siervo egoísta no podía aceptar la gracia del rey? He aquí una razón: él no tomó seriamente la enormidad de su pecado. Él estaba bastante decidido, auto-convencido que él podía cubrir su deuda. Pese a ello, el rey ya le había dicho:“Tú estás libre. Ya no hay más culpa, no más reclamos sobre ti, ni pruebas o trabajos requeridos. Todo lo que tú necesitas hacer ahora es mirar a la misericordia y paciencia que yo he mostrado para ti.”



Fatalmente, un creyente que no acepta el amor no es capaz de amar a nadie más. En lugar de ello, él viene a ser juzgador de otros. Eso es lo que le había ocurrido a este siervo. Él perdió el completo significado de la misericordia del rey hacia él. Amados, la paciencia y el perdón inmerecido de Dios encarnan una sola cosa: llevarnos al arrepentimiento. Pablo declara:




“La benignidad de Dios te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4).




Pablo sabía esto de primera mano, habiendo afirmado ser el primero de todos los pecadores.
Esta claro a partir de la parábola que esta es la razón por la que el amo perdonó a su siervo. Él buscaba que su hombre de confianza se volviera de los afanes de su carne para descansar en la increíble bondad del rey. Tal descanso le liberaría a él para amar y perdonar a otros en devolución del favor recibido. Pero en lugar de arrepentimiento, el siervo salió de allí dudando de la bondad de su amo. El no dejaría de pensar que el rey podría cambiar de idea. Por lo que, él determinó tener un plan de eventualidad. Y, despreciando la gracia del rey, él trató a los otros con juicio.



¿Pueden ustedes comprender la mente atormentada de tal persona? Este hombre dejó un lugar sagrado de perdón, donde él apreció la bondad y la gracia de su amo. Pero en lugar de gozarse, él despreció el significado de tal libertad absoluta. Yo les digo que cualquier creyente que crea que la misericordia de Dios es imposible se abre a sí mismo a cada mentira de Satanás. Su alma no descansa. Su mente está en una confusión extrema. Y él está continuamente temeroso de ser juzgado.



¿Cuántos cristianos hoy viven esta existencia torturada? ¿Es esa la razón por las que existen muchas disputas, tantas divisiones en el cuerpo de Cristo? Tenemos la obligación cada ministro y cada creyente de terminar con esto de una vez y para siempre.
El espíritu de juicio dentro de la iglesia es muchísimo peor que cualquier juicio pronunciado en el mundo. Y esto prueba lo que Jesús dijo:




“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).




Yo les pregunto, ¿puede el mundo reconocer al pueblo de Dios por este estándar? ¿Podrán los incrédulos decir, “Aquellas personas verdaderamente son discípulos? Yo nunca los vi peleando. ¿Ellos realmente se aman los unos a los otros?”



Yo he estado absolutamente sorprendido por las profundas divisiones de las cuales he sido testigo en la iglesia. Yo vi esto de primera mano. Hombres y mujeres que han conocido lo que significa ser perdonados de sus iniquidades y pecados y se niegan a tolerar a otros que ni siquiera conocen, deshonrándolos y tratándolos como hermanos carnales.



Muchas veces he sido estrangulado por ellos y me he preguntado que cosas hice mal. La verdad es, que yo estaba siendo estrangulado por el enojo de ellos y esto fue como la escena de la parábola:




Ellos me tomaron por el cuello y estaban haciendo su demanda enojados. No hubo ni paciencia, ni misericordia, ni amor por otros hermanos de la misma fe preciosa negándose a tener compañerismo con ellos.
¿Qué estaba detrás de tal juicio contencioso? ¿Por qué los siervos de Dios, quienes han sido perdonados tanto personalmente, maltratan a sus hermanos y rehúsan tener comunión con ellos? Todo esto puede remontarse hacia el pecado más doloroso posible: Desprecio a la misericordia de Dios.



Hay creyentes que rehúsan aceptar la gracia y misericordia de Dios hacia ellos. Viven bajo una esclavitud legalista. Tratan con todas sus fuerzas de cumplir con los estándares que piensan llevaban a la santidad. Pero estas pautas son mayormente solo una lista de “haz esto” y “no hagas lo otro.”



Lo cierto es que, estos creyentes están más cómodos en el Monte Sinaí, en la compañía de estruendosos profetas, que cuando están en la cruz, donde su necesidad están al desnudo. Hablan de paz, pero nunca la han experimentado completamente. ¿Por qué? Están inseguros del amor del Señor y su paciencia por sus fallas. Se ven tan débiles y tan malvados que creen ser indignos del amor de Dios. En síntesis, magnifican sus pecados por encima de la gracia de Dios.



Y porque no sienten el amor de Dios por ellos, juzgan a los demás. Estos creyentes son como el siervo en la parábola “negociadores”. Gritan contra la maldad en otros mientras la sienten levantarse en su propio corazón. Como el siervo ingrato, no pueden creer en la bondad de Dios hacia ellos. Y porque no se apropian de su amor y tolerancia por ellos, no la tienen para otros.
Si esta es tu condición, este debería ser tu interrogante:



“¿Cómo puedo yo cumplir los mandamientos de Cristo de amar a otros como el me amó a mí, cuando yo no estoy convencido que él me ama?”
¿Estarás apegado a tu propia doctrina o enseñanza o tu manera de pensar más que al amor de Cristo?


¿Esto se transformó en una pared que te distanció de tus hermanos y hermanas en Cristo?
Pablo reprende;




“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-32).



Jesús finaliza su parábola con una terrible advertencia:



Nosotros debemos tomar en serio esta palabra de la parábola de Cristo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné… ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (Mateo 18:32-33).



La pregunta para mí ahora y de hecho, para cada cristiano, es esta: “¿Soy tolerante con mis hermanos? ¿Soporto sus diferencias?” Si me niego a amarlos y a perdonarlos, como yo he sido perdonado, Jesús me llamará “siervo malvado.”



No mal entienda: esto no significa que nosotros permitamos compromisos. Pablo predicó la gracia valientemente, pero él instruyó a Timoteo, “Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2).




Nosotros tenemos que ser guardianes valientes de la doctrina pura.
Pero nosotros no estamos para usar la doctrina para construir paredes entre nosotros. Aquel fue el pecado de los Fariseos. La ley les decía a ellos, “Guarden el sábado santo.” Pero el mandamiento en sí mismo no era suficiente para su carne. Ellos añadieron sus salvaguardas, múltiples reglas y regulaciones que permitían el mínimo movimiento físico posible durante el sábado. La ley también decía, “No tomarás el nombre de Dios en vano.” Pero los Fariseos construyeron más paredes aún, diciendo, “Nosotros jamás mencionaremos el nombre de Dios. Entonces no podremos tomarlo en vano.” En algunas sectas Judías, esta pared continúa con fuerza hoy. Pero es una pared hecha por el hombre, y no por Dios. Por lo tanto, esto es esclavitud.



Hoy, el Señor nos dice, “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16). Pero los hombres han tomado este mandamiento y lo han usado para construir paredes. Ellos han transmitido códigos de vestir, códigos que restringen la conducta y actividades, estándares imposibles que ellos nunca pueden reunir. Estas paredes han construido una fortaleza invisible, y solamente aquellos dentro de ella son considerados santos. Todos aquellos que están fuera de las paredes son condenados y evitados.



Esta es una maldad de la peor clase. La parábola de Jesús hace que esto quede claro. Tales personas están agarrando a otros por el cuello y demandándoles, “A mi manera, o no hay otra manera en absoluto.” Pero ninguno de los mandamientos del Señor fueron para ser convertidos en paredes de distanciamiento.



¿Cuál fue la respuesta del rey a la ingratitud de su siervo en la parábola de Jesús? La escritura dice, “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pague todo lo que debía” (Mateo 18:34).




En griego, esto se traduce, “llevándolo hasta el fondo para ser atormentado.” Yo no puedo dejar de pensar que Jesús está hablando aquí del infierno.
Por lo tanto, ¿qué nos dice esta parábola a nosotros? ¿Cómo resume Cristo su mensaje a sus discípulos, sus compañeros más cercanos?




“Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (Mateo 18:35).



Iglesia, debemos caer sobre nuestro rostro y pedirle a Jesús un bautismo de amor hacia todos nuestros hermanos y otros pastores. No tomemos a la ligera esta advertencia, es más debería hacernos temblar.
Dios te bendiga.



Sergio Calero
Pastor