lunes, 6 de octubre de 2008

EL CORDERO DE DIOS



El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29)

Aquí Juan el Bautista nos dice que Cristo vino a esta tierra para quitar todos nuestros pecados del mundo. Eso mismo dice en su primera carta el apóstol Juan:

Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. (1 Juan 3:5,6)

En la palabra profética de Isaías también se nos dice que:

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:6)

¿Cuál es el mayor de los desprecios que se le puede hacer a Cristo?

Que intentes tu mismo quitar tus propios pecados y que los lleves cargando sobre ti en tus largas “peregrinaciones” y o “penitencias” o intentes por ti solo hacer las correcciones.

No olvides que se nos exhorta:

De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. (Hebreos 9:26)

Todos estos preciados textos inspirados por el Espíritu Santo nos invitan a una fe cierta y verdadera en Cristo. Porque Cristo es el único que quita nuestros pecados y nos purifica de todos ellos por medios de Sí mismo. Es por ello que se nos advierte que todo aquel que permanece en El, no peca.

¿Es difícil de comprender?

Lo que debería ser motivo de “gozo” y de “alegría” para muchos es de tremendo espanto.
La pregunta que deberíamos hacernos es. ¿Por qué?
Indudablemente causa espanto en aquellos que miran sus pecados y no “miran a Cristo”.

El problema no es que seamos pecadores y que sigamos siendo pecadores, sino que no permanezcamos en Cristo con una fe viva. Muchos hombres y mujeres religiosos pretenden utilizar sus métodos para no pecar. Pero a todos ellos, y a nosotros, Jesús dice:

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:4,5)

¿Te das cuenta? OH precioso Jesús. Aquí El nos dice que lo único que podemos hacer como hombres, sino permanecemos en Cristo, es “pecar”. ¿Por qué?

Porque los designios (propósitos) de nuestra carne son enemistad contra Dios, y ni quieren sujetarse a la voluntad de Dios ni tampoco pueden. (Romanos 8:7). De ahí nuestra necesidad de permanecer en Cristo, sino queremos errar en hacer la voluntad de Dios.

“Hijitos, nadie os engañe” (1 Juan 3:7) Esta es una seria advertencia para no dejarse seducir por los que hoy se nos presentan cono renovadores de la vida religiosa, pero que solo son emisarios propagandistas de sus propios delirios religiosos, que nada tienen que ver con la verdadera Palabra de Dios.

Estos se presentan como Justos pero no hacen Justicia, solo llenan sus bolsillos de prebendas por sus falsas promesas. A los engañadores y a los engañados les tendríamos que preguntar. ¿No es suficiente para ustedes Jesús?

Porque en él habita corporalmente, toda la plenitud de la Deidad. (Colosenses 2:9)

Y además:

En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. (Colosenses 2:3)

El es Justo y el que nos justifica ante Dios y los hombres. No necesitamos de falsos profetas ni de falsos justificadores. Porque solo uno es el Justo y el que nos justifica gratuitamente por medio de la fe: “Jesucristo”.

“Nadie te engañe” en Cristo lo tienes todo para vivir reconciliado con Dios; y sin Cristo solo hay muerte bajo la ira de Dios. Porque Cristo es la vida para ti, escoge pues, la vida para que vivas en el gozo y alegría de corazón.

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Dios te bendiga.
Sergio Calero
Pastor